HISTORIA DE UN SECUESTRO Capítulo 1


HISTORIA DE UN SECUESTRO Capítulo 1

NOTA: Este relato (para bien o para mal) es ficticio

          El chico se ofreció a ayudarme a llevar mis compras al auto, y por ningún momento dudé en que me ayudara a hacerlo sabía que era un  recién llegado a la mayoría de edad y  guapísimo, escuché que ya estaba en los últimos días de su trabajo, pues como ya tenía 18 años, ya no le permitirían trabajar ahí, políticas de los empacadores. Pude percibir el olor de su sudor cuando se agachó a sacar las bolsas del carrito de supermercado, olía delicioso.

-Oye, si me ayudas a llevarlas hasta mi casa te puedes ganar 500 dólares

El chico se congeló en el acto, soltó las cosas y dio un paso atrás

- Jajaaja – reí de inmediato - ¿Te la creíste? ¿Quién da 500 dólares por cargar una despensa del mismo valor?

- tiene razón, señor – dijo con una media sonrisa un tanto nerviosa, la cual me provocó una erección – deme lo que usted guste, pero no puedo salir de aquí, me lo tienen prohibido.

- Tranquilo niño – le dije al darle un palmadita en la espalda – solo súbelas.

          Abrí las puertas traseras de mi horrible camioneta “astro” y fingí que me pasaría yo primero. Los vidrios estaban polarizados y le había quitado todos los asientos de atrás, ahora solo quedaban los del piloto y los del copiloto.

- Mi espalda – dije como si me doliera mucho – todavía estoy lastimado.

- ¡Tranquilo, señor! – me dijo ayudándome a ponerme en pie – yo lo las subo solo.

          Mientras acercaba el carrito de supermercado a mi camioneta lo vi con detenimiento. Este jovencito no debería estar trabajando aquí, él podría ser un modelo de ropa o algo así de glamouroso, en realidad tenía clase y porte. Además se veía buen chico, pero no se libraría de mí así de fácil.

- La voy a mandar tapizar – le dije al chavito – pero necesito que las metas hasta que queden junto a los asientos de adelante.

- Claro que sí señor – dijo con una sonrisa angelical que lo hizo aún más apetecible – en un momento las subo.
- Pero espera niño – le dije fingiendo molestia y mostrándole un billete de 10 dólares– no pensarás subirte con esos zapatos tan sucios, mejor las subo yo, mejor vete a las cajas otra vez, a ver si ganas algo.

- Por favor, necesito el dinero – dijo el lindísimo niño – además usted no puede por su espalda… si quiere no me de los 10 dólares, con 1 me conformo…. en todo el día no me han dado ni un centavo…. ¡Y me he esmerado en empacar las cosas!… pero nosotros como empacadores a veces somos invisibles….. ¡Mire! ¡Me quito los zapatos si quiere! No le voy a ensuciar su coche.

          Y así lo hizo, de la manera más sencilla y sin tenerle que proponer nada,  ya estaba descalzo. Sus calcetines despedían un ligero aroma, entre el cuero de su calzado y su sudor. Tuve que tomar una sudadera que traía en la van para amarrarla a mi cintura pues el bulto en mis pantalones crecía y crecía.

- hey ¡Eres decidido! – dije tomando sus zapatos mientras él se subía a la camioneta – deja los pongo aquí para que no se vayan a perder. ¿Huelen mucho?

- Creo que sí – dijo mientras su cara se sonrojaba por la pena. ¡Se veía encantador! – es que he trabajado sin parar todo el día desde ayer y….

- ¿Entonces traes los mismos calcetines de ayer? – dije haciendo una mueca graciosa de escándalo- ¡Eres un cochino hehe!

- si no quiere que ensucie su camioneta me los quito también – dijo mientras ponía manos a la obra, fue cuando empecé a  sentir que me chorreaba lentamente, ¡Me estaba masturbando sin siquiera meter las manos! Me doblé sobre mi abdomen -como si éste me doliera-  para que no se diera cuenta al tiempo que sentía un placer indescriptible al vaciarme- ¿Qué le pasa señor, se siente bien?

- Si, si – solo sube las bolsas dije mientras buscaba un pequeño frasco escondido entre el pedazo de alfombra que aún quedaba en la vieja camioneta – voy a meter tus calcetines en tus zapatos.

- ¡Gracias, señor! Ya no hay mucha gente buena como usted – dijo el chico agradecido mientras yo no podía dejar de ver sus pies. Eran blanquísimos comparados con el resto de su cuerpo, probablemente porque nunca se los asoleaba…. Sus dedos muy largos, y su olor era cada vez más intenso, pero nada desagradable… olían como esos quesos finos… Creí que tal vez tendría alguna enfermedad por hongos ¡Eso lo hubiera salvado, pues  esa idea me produce mucho asco! sin embargo no se le notaba ninguna enfermedad, tenía las uñas bien cuidadas y en general estaban muy bellos sus pies, sin embargo sus plantas estaban amarillentas, - “por eso le apestan, no se cambia de calcetines con frecuencia” – pensé de inmediato, pero no importaba, solo en ese caso aceptaba el mal olor, me excitaba más – solo date prisa porque son como 20 bolsas, pero hazlo con cuidado, traigo cosas que se quebran.

          A partir de ahí todo fue muy rápido, chequé que no hubiera nadie cerca… en realidad era un minisúper muy descuidado, ni siquiera tenía cámaras de seguridad. Era la primera vez que yo iba ahí, y a pesar de eso estaba atestado, tal vez por la época de lluvias, el caso es que todo me beneficiaba. De un salto subí a la camioneta mientras él estaba de rodillas acomodando las cosas de una bolsa que se había roto. Se veían tan suculentos sus pies descalzos, estaba sentado en lo que llaman “posición de pato”, tan prohibida para los niños chiquitos porque se les tuercen los piecitos, pero éste ya no era un niño chiquito, ¡tremendas patotas para tener 18 años nada más! los pliegues de piel que se formaban en sus plantas me fueron irresistibles, así que ni siquiera ser tan encantador lo salvó, lo hice de nuevo, como ya lo había hecho antes con otros chicos.

          Cerré de golpe las puertas traseras, él hermoso niño se sobresaltó y rápidamente quiso salir, tal vez vio en mi cara llena de lujuria mis perversas intensiones. No pudo huir, yo fui más rápido, le cubrí la boca y la nariz con un paño empapado de cloroformo…. Forcejeó un momento, pero yo era más fuerte… a los pocos segundos se desplomó en el piso…..

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